Podemos considerar dos facetas o aspectos que relacionan el caballo con el deporte, la parte técnicamente deportiva y su comercialización.
He sido practicante de la equitación y por lo tanto nunca he pasado de comprar y criar algún caballo para mi uso personal y jamás he vendido ningún caballo. He procurado informarme lo mejor posible, para no tocar de oído y resumir fríamente los datos que me han proporcionado en los centros y organismos Oficiales, como luego veremos.
En el aspecto deportivo, Adolfo Botín, uno de los grandes jinetes del siglo pasado, mi siglo, definía el caballo como “animal cuadrúpedo e implume. Ningún caballo es perro, aunque suelan repetirlo con frecuencia los malos jinetes.” Ya se decía en el Antiguo Testamento, que cuando sientas en ti la ira, cuenta hasta cien antes de obrar, pues bien, cuando creas que tu caballo es un perro, bájate y toma cien lecciones de equitación antes de subirte otra vez.
Desde antiguo, el caballo fue como el hermano mayor del hombre, en tamaño y a veces hasta en inteligencia. Se unieron en un mismo cuerpo y formaron los centauros. Seguramente por culpa del hombre se separaron. El hombre se quedó con dos pies y el caballo con cuatro. El hombre, avaricioso y soberbio se dedicó a la lucha, la guerra y la rapiña. El caballo por el contrario, a correr por las praderas. Esto no lo pudo soportar el hombre y envidioso, dedicó todos sus esfuerzos a recuperar su sitio en alto e intentó subirse. Lo hizo pero en segundo puesto pues tenía ocupado su anterior sitio por el cuello del caballo.
Pegasus descubrió la navegación aérea y el vuelo libre.
Darío, rey de Persia, debe el trono a su caballo, cuyo nombre no recuerdo.
La reina Semiramis, enamorada de su caballo, le entregó su cuerpo, sin que hasta el momento sepamos si tuvo una difícil descendencia.
Incitatus, llegó a Cónsul por recomendación de su jefe Calígula y puedo asegurar que debido a su discreción y silencio hizo mejor carrera que otros muchos Senadores.
Los pilares de la religión Católica, se deben con seguridad a la caída de San Pablo camino de Damasco y nunca se le agradeció bastante a su caballo el susto que le dio.
En Portugal, durante la Santa Inquisición, se mandó a la hoguera como brujos al caballo Maroco y a su dueño, por jugar entre ellos a los dados y hacer adivinanzas con los espectadores.
Don Quijote, debe parte de su éxito literario a Rocinante y Babieca paseó al Cid por las playas de Valencia, después de muerto.
Con estos comentarios, medio en broma, medio en serio, hemos recorrido algo de la fecunda historia de los caballos al paso de los siglos y ahí encontramos la relación del mismo con el deporte, buscamos esta relación y así llegamos al “Tratado del Arte Ecuestre “
Parece imposible que 300 A.C. ya podamos decir que el deporte hípico, nace y es consecuencia de la evolución del caballo en las guerras.
Jenofonte, en su libro, recomienda a sus oficiales que “comprueben que sus caballos estén bien alimentados y en perfectas condiciones para soportar su duro trabajo. El caballo que no resista su fatiga, no resistirá al enemigo y para eso, deben ser dóciles y obedientes para facilitar la lucha y si es necesaria la huída.”
La guerra exige al jinete que sea consciente y que conozca perfectamente a su caballo, sus aptitudes, resistencia y posibilidades. Que tenga siempre pleno dominio sobre él.
Esto solamente se puede alcanzar con un grado de técnica profesional y con una metódica y adecuada preparación, para asegurar su obediencia y mejorar su estado físico.
El caballo será capaz de transportar a su jinete y a su impedimenta durante largas jornadas, por cualquier terreno y en el menor tiempo posible.
Palabras escritas hace 2300 años, que relacionan y definen la faceta deportiva del caballo con los tratados tácticos y estratégicos.
Las sucesivas guerras, obligan a evolucionar estos tratados y también los de equitación. En la edad Media, los grandes jinetes renuevan sus conocimientos, intercambian ideas y las trasmiten a sus alumnos. Dejan constancia de ello, porque escriben los primeros libros y se reglamentan los juegos, justas y torneos. Con un esfuerzo de imaginación, vemos a los caballos de la edad media, pesados, gordos, llenos de armaduras y con pesados jinetes cubiertos de hierro. Resultado evidente: muy poca movilidad.
Por Oriente apareció la estrella que anuncia a los Reyes Magos y de Oriente aparece también un caballo más pequeño que el Europeo. El Arabe, ágil, ligero y capaz de moverse con fluidez entre los pesados caballeros cruzados, les ataca por la espalda y huye con rapidez, aparece y desaparece como una sombra y todo se debe a la movilidad, al eficaz empleo de las ayudas y al entrenamiento en los períodos de paz.
Los grandes Maestros, así lo entienden y así lo quieren practicar. Preparan las piruetas directas e inversas, los círculos pequeños, las cabriolas y empinadas sostenidas, fomentan los juegos y justas, trabajan entre pilares, ejercitan todas las figuras de picadero y hacen del arte de la guerra un juego competitivo: el deporte hípico.
Los ejércitos no se quedan atrás y toda la investigación ecuestre es adaptada y asimilada por sus oficiales para competir, divertirse y sobre todo porque en ello les puede ir la vida.
Hasta mediados del siglo IXX, la competición hípica se reducía a los ejercicios comentados y en campo, las cacerías a caballo. Venados, gamos, jabalíes, zorros y liebres, eran las aventuras cinegéticas de los poderosos propietarios.
En el año 1892, en Viena, Austria, al terminar unas maniobras con éxito y celebradas con abundantes copas, un grupo de oficiales de los dos países, discuten y deciden ver quién llega antes a Berlín. Son 590 kilómetros. Se limita la velocidad y no se puede galopar. Gana el Teniente de los Reales Húsares Austro-Húngaros, Wilheim Starhemberg en 72 horas y 26 minutos. Terminaron 42 caballos de los 98 participantes. Animados por este resultado, los belgas organizan otra prueba entre Bruselas y Ostende, 160 km. Y como consideran que la distancia es muy pequeña, dejan la velocidad libre. Tremendo error que termina en verdadero desastre. Llegan 30 caballos, mueren 16 y el resto jamás recuperó su estado físico.
Con esto se puso de manifiesto que era necesario entrenar, conseguir condición física y forma psíquica, pasar controles veterinarios etc. etc. etc. conceptos hoy de sobra conocidos por todos los practicantes de cualquier deporte.
En 1902, se adorna una prueba consistente en dar la vuelta a Paris, con una prueba de saltos al finalizar en los maravillosos Bosques de Boulogne. Fue una revolución y un espectáculo sin precedentes, tuvo un éxito desconocido y transformó el concepto del caballo de armas. A partir de entonces se orienta la cría hacia un caballo mas ágil y con fuerza para el salto.
Por primera vez, se sale de los picaderos y pistas cerradas de competición, para organizarlas en espacios abiertos.
Ya tenemos las tres disciplinas más importantes de los deportes hípicos: doma clásica, salto de obstáculos en pista y concurso completo de equitación.
Como competiciones de campo, se practican:
- Raid o endurance (pruebas de resistencia)
- Caza practicada desde el caballo.
- Doma vaquera en sus diferentes países, desde España a Sudamérica, desde Estados Unidos hasta Australia, de Marruecos a Oriente medio y desde Mongolia a la tierra de los cosacos.
- Acoso y derribo, particularmente nuestra.
- Rodeo, de EEUU, México hasta La Patagonia.
- Polo, en todo el Mundo
- Horse-ball sale de las originales capturas de pequeños animales domésticos.
- Driving o enganches de caballos, en los países con mayor nivel de vida.
Y recientemente se incorpora a los juegos Ecuestres Mundiales el Volteo y el Reining
Los Juegos Olímpicos, incorporan la Doma Clásica en sus primeros juegos y seguidamente el concurso de saltos en pista.
En el año 1912, hace su entrada el CCE como disciplina olímpica en los juegos de Estocolmo.